domingo, 23 de diciembre de 2007

UNA PLAYMATE 2006- NELLY (ESPAÑA)

REGALITO DE NAVIDAD PARA LOS CHICOS

MUJER CONTRA MUJER?

Dos mujeres se pasean tomadas de la mano.
Conversan y se acarician. Se cuentan sus intimidades en un cuarto e incluso duermen juntas. Puede permanecer abrazadas durante mucho tiempo. Ofrecerse el hombro para llorar en innumerables ocasiones. Besarse en las mejillas, acariciarse el pelo, jugar de manos, embellecerse juntas. ¿Son lesbianas? No precisamente. Pero también podrían serlo. ¿Existiría alguna diferencia si fueran o no homosexuales? Pues no habría ninguna.
El lesbianismo tiene más componentes afectivos que genitales. Y es, precisamente este aspecto, la gran diferencia con el hombre homosexual, quien desea poseer o ser poseído por otro hombre, y uno de ellos expresará conductas femeninas, uno (o ambos) tendrá una carga emocional de culpa o sensación de que será traicionado. Por eso, tal vez, las estadísticas indiquen que las relaciones entre lesbianas tienen mayor duración; o sea, que son más estables en el tiempo.


Adolescencia, admiración y tendencias
Sería justo aclarar una vez más que el lesbianismo no es una enfermedad, tanto como tampoco lo es el homosexualismo. En ambos casos hablamos de un comportamiento, de un cambio en el objeto sexual. O sea, en lugar de atraerles el sexo contrario, optan como objeto por uno del propio, lo que por cierto no está exento de problemas, sobre todo por la no aceptación social.En la etapa de pubertad y adolescencia se presenta una crisis de identidad de género, donde el muchacho pueda pensar que es homosexual porque le atrae el físico o los logros de un amigo o compañero, al igual que en la joven adolescente.
Según los especialistas, “en esa etapa es normal que ocurra esa confusión de género, pero si el joven o la muchacha son debidamente orientados y entienden que ella es producto de una admiración exagerada, más que un placer por el cuerpo o logros de alguien del mismo género, todo pasará sin complicaciones”.

La identidad del género se supera recién después de los 19 años, por lo que durante casi toda su juventud el joven podrá tener esa duda respecto a su sexualidad.
Es ahí donde los padres tienen un rol fundamental, de manera que los jóvenes, mujeres u hombres, acudan a un psicólogo para recibir apoyo. Ello, porque algunos se crean un sentimiento de culpa tan enorme que llegan a odiarse a sí mismos por ser “anormales”, generado más por el entorno social que por el individuo en sí. Pues no hay nada “anormal” en ellos. Tan solo conforman parte de una minoría en cuanto al tema, y solo en cuanto a este, de la sexualidad propiamente dicha.
Teorías

Respecto al origen de la homosexualidad femenina existen, al menos, dos posturas que son las más aceptadas hoy en día. La primera se cree que se debe a un origen genético y aparece a muy corta edad, a nivel de los círculos o jardines infantiles, donde las niñas gustan de otras.
La segunda es de origen freudiano, en la que la formación por grupos sociales, por la familia, crea a personas homosexuales. Según esta teoría se debe a la presencia de un padre fuerte (en cuanto a comportamiento, por supuesto) y a la poca valoración de la madre que comienza a ser considerada como alguien a quien no se debe imitar.
Esto hace que durante su crecimiento la lesbiana se identifique e imite al padre. En un comienzo se enamora de él y conforme crece se va identificando con la madre. Entonces tendrá los mismos gustos que ella, pero cuando el complejo de Electra (niña que enamora al padre) no es superado y no se identifica fundamentalmente con la madre, sino con el padre, buscará el mismo objeto de amor o sexual que este: otra mujer.
Censura por omisión

En la mayoría de las culturas, las lesbianas han sido consideradas como inexistentes, a diferencia de la homosexualidad masculina que, aunque no era tolerada, al menos sí era reconocida.
Las mujeres han sido perseguidas por adúlteras y por prostitutas, pero en muy raras ocasiones por su orientación sexual. Pudiera afirmarse entonces que a las lesbianas las han marginado por omisión, precisamente. Bastaría uno de tantos ejemplos para ilustrarnos.
Uno pudiera remitirnos al siglo XIX, cuando se declaró ilegal la homosexualidad en Inglaterra. El lesbianismo escapó a tal prohibición porque la reina Victoria se negó a reconocer su existencia.
La gran desventaja de dicha “invisibilidad” fue el olvido de las necesidades de estas mujeres, que a lo largo de la historia han carecido de modelos de referencia para su estilo de vida. Y también que muy recientemente, alrededor de la década del 70 e impulsadas por el auge del movimiento gay, fue que mujeres con las mismas tendencias homosexuales decidieran unirse y hacer pública una realidad tan antigua como la humanidad misma, para reclamar sus derechos en una sociedad que las excluía.
Rasgos históricos y evolución

Podríamos especular que el lesbianismo existe desde que existe la humanidad. Es imposible determinar en qué momento preciso surgió la primera relación lésbica, pero ciertos documentos históricos nos permiten hacernos una idea de cómo ha ido evolucionando este tema.
Ya en el Código de Hammurabi (¡sí, no se asombre!), en tan lejana fecha como el 1770 a.C., aparece la salzikrum, una figura que caracteriza a una mujer-hombre que podía tener una o varias esposas y cuya denominación significa hija-varón.
En Grecia y en la antigua Roma el lesbianismo era aceptado con normalidad. En Roma, por ejemplo, existían baños públicos para mujeres que, a pesar de estar casadas, deseaban mantener contactos sexuales con otras mujeres. Estos baños contaban con las esclavas felatoras, que satisfacían sus deseos lésbicos. También existe constancia de bodas entre mujeres.
De la Edad Media solo se conocen contados casos de lesbianismo a través de los archivos eclesiásticos. Edad oscura para las letras y la verdad. En los textos se recopilan denuncias, condenas y sermones. San Ambrosio, en el siglo IV, calificó el deseo de unas mujeres por otras de acto lujurioso; San Crisóstomo lo calificó de vergonzoso. Siglos después, San Anselmo se refería a la relación sexual entre mujeres como un atentado contra la naturaleza; y en el mismo sentido se pronunciaría Pedro Abelardo.
Santo Tomás estableció como uno de los vicios contra natura la cópula entre hembra y hembra. Posteriormente muchos teólogos se basarían en Santo Tomás para condenar el lesbianismo como un pecado de lujuria. En diez siglos de documentación solo existe una docena de alusiones a la homosexualidad femenina y siempre están ligadas a la condena eclesiástica, la herejía o la brujería.
En América Latina se tiene constancia de la existencia de mujeres lesbianas en comunidades aborígenes a finales del siglo XVI; por ejemplo, las mujeres conocidas como “cacoaimbeguira” ejercían oficios de hombre, iban a la guerra y se relacionaban con otras mujeres que adoptaban el rol de esposa.
En los años 20 del siglo pasado, la influencia de los errados estereotipos creados por los psicólogos hizo que se extendieran entre la población creencias absurdas sobre las lesbianas. Así se desarrollaron campañas para prevenir la “enfermedad lésbica” entre las chicas jóvenes y se comenzó a asociar el lesbianismo con la marginación, la enfermedad, la perversión y el vicio. Ante ese tratamiento, muchas homosexuales se aceptaron a sí mismas como enfermas e intentaron rechazar sus emociones casándose o suicidándose.
Ya a finales del siglo XX y comienzos del XXI, los derechos de las mujeres lesbianas han ido avanzando gracias a iniciativas colectivas de reconocimiento como minoría y en pro de sus derechos; pero aún en muchas partes del mundo, y en ambientes poco culturizados de las sociedades desarrolladas, el lesbianismo continúa siendo motivo de escarnio público e incluso de desigualdad y reprobación por parte de las autoridades.
El término lesbianismo se acuña en Grecia y debe su origen a que, en esa época, los hombres se educaban entre sí. Maestro y alumno se otorgaban tantas muestras de afecto y cariño que era bastante común que terminaran en relaciones estrechamente homosexuales. Esta situación originó que un grupo de mujeres partiera hacia la isla de Lesbos (de donde proviene entonces el vocablo lesbianismo) donde Safo fungía como maestra.
Algunos términos y origen de los mismos

Existen muchos términos, algunos abiertamente peyorativos, para designar a las mujeres homosexuales. Así se pueden escuchar los vocablos tortillera, bollera, cimbalita, entre otros. Veamos de dónde proceden algunas de estas palabras.
Bollera: El término bollera o boyera procede probablemente de antiguas sacerdotisas que dirigían carros de bueyes (de ahí la denominación) y que, hace alrededor de 4 000 años, celebraban ceremonias en las cuales solo podían participar mujeres en un rito religioso. Solo las representaban la Tierra, la única y más antigua diosa que adoró la Humanidad antes de que el principio masculino la destronase.
Tortillera: Es un término utilizado principalmente en Cuba y España. En la novela “Maitreya2, del cubano Severo Sarduy, uno de los personajes lleva en la mano una tortilla fu-yong, que es una tortilla falsa donde no existen los huevos (en clara referencia a los genitales masculinos). Esta tortilla, que parece hacer referencia a un plato chino, se refiere más bien a fullón, el aumentativo de fullería. Es, por tanto, una tortilla falsa donde no hay huevos de por medio.
Cimbalita: Hace más de 2 500 años se celebraban las Fiestas Mistéricas, en las que solo participaban mujeres, sacerdotisas que adoraban a la diosa Cotito. En estas fiestas, cuyo objetivo era obtener prosperidad y abundancia, las sacerdotisas mantenían relaciones lésbicas y realizaban orgías. Uno de los ritos consistía en hacer una procesión mientras tocaban y cantaban, entre otros instrumentos, unos platillos de bronce llamados címbalos, a la vez que danzaban con falos ceñidos a las caderas.
Otros términos para referirse a las lesbianas son virago: mujer viril; machorra: se dice de las ovejas que no crían; fricatrices: aludiendo al acto de frotarse una mujer contra la otra; queers: término inglés que significa extraño, anormal, y que a partir del siglo XIX empezó a utilizarse con una connotación sexual.
Una sexualidad responsable por encima de todo

Sería un largo, y probablemente controvertido argumento, dedicarle un espacio al tema de la moralidad y sus implicaciones en cuanto a toda conducta que, a causa de estereotipos o falsos conceptos, es considerada impropia. También inciden las falsas posturas de aquellos que, precisamente, cometieron la mayor cantidad de atrocidades blandiendo como insignia la muy vituperada moralidad y sus principios.
El ser humano se ha caracterizado por destruir o atacar aquello que no comprende. Cualquier conducta ajena suele considerarse inadecuada. Expandir nuestros horizontes, entender a los demás, aunque no compartamos ciertos puntos de vista, es vital.
Dejemos que cada persona asuma su sexualidad. Insistamos solamente en que la asuma responsablemente y no tanto para los demás, sino para consigo misma, pues tanto en hombres como mujeres, en eso radica una buena parte de la realización personal de cada cual. Sería justo recordar que solo aquel que esté satisfecho consigo mismo podrá dar lo mejor de sí para con los demás, y eso va mucho más allá de una tendencia sexual específica. Mucho más allá también de la comprensión.
(Fuente:Somos jóvenes revista digital cubana)


DOS CANCIONES PARA UN MISMO TEMA









ALGUNAS MUJERES NO NACEN CON HIMEN

La creencia de que la verdadera “virgen” debe sangrar en su primera relación sexual, sentir un dolor muy grande y hasta gritar si es necesario, pone en duda la sinceridad de algunas féminas. Existen diversos tipos de himen. No todas nacen con esta membrana En plena revolución sexual, el himen sigue siendo un dilema. Primero se exigía conservarlo hasta el día de la boda. Ahora, las adolescentes que todavía no desea tener relaciones sexuales no saben qué hacer con él.
Muchas son las chicas que para ser aceptadas por el grupo y no ser objeto de burlas y rechazos se entregan sin pensarlo a su primer captor. No amor, que es diferente. Y es tan fuerte la crítica que reciben quienes no marchan al compás del grupo, que en algunos casos hablan de novios inexistentes y callan su condición de vírgenes para no quedar en ridículo frente a sus compañeros de estudio.
En la actualidad, a la mayoría de los hombres no les preocupa si la mujer posee o no himen. Sin embargo, en ocasiones se dejan llevar por los mitos y creencias trasmitidas de una generación a otra y que ponen en duda la sinceridad de algunas féminas.
La idea de que la verdadera “virgen” debe sangrar en su primera relación sexual, sentir un dolor muy grande y hasta gritar si es necesario, ha provocado que algunas muchachas sean tildadas de mentirosas cuando al consumarse el hecho no cumplen con uno de estos “requisitos”.
El dolor y el pequeño sangramiento que se producen debido a la primera penetración no deben ser considerados como sellos de “garantía”, según afirman los estudiosos de la temática. Aunque estas manifestaciones son muy frecuentes, no todas las mujeres sangran la primera vez.
Tipos de himen

Existen diferentes tipos de himen: el imperforado, que impide la salida del sangrado vaginal; el complaciente, “tan elástico que no se desgarra durante las relaciones sexuales”;
y el normal, que se rompe desde la primera penetración.
En el primer caso las mujeres tienen que ser operadas para que el fluido menstrual salga, pues al no existir ningún orificio, se les acumula en la vagina y da lugar a la llamada criptomenorrea; este padecimiento es poco común, se presenta durante la pubertad y en ocasiones puede ir acompañado de dolor.
También están las féminas que nunca han tenido himen. Increíble, pero cierto. No todas nacemos con esta membrana, como tampoco todas las que la tienen llegan a su primera relación con el himen intacto. Este puede romperse por diversas causas: como consecuencia de un ejercicio forzado, un golpe, un flujo menstrual excesivo o producto de la masturbación.
El himen, ubicado en la entrada de la vagina, es solo un residuo embriológico de la formación de los genitales externos femeninos y el aparato urinario. No debe asociarse con la pureza y la sinceridad de una niña que recién se inicia y, por cualquier razón, no lo posee o simplemente no sangra.
La verdadera virginidad no es la del cuerpo, sino la del alma. Con himen o sin él, virgen será toda persona que entregue su corazón sin pedir nada a cambio, defienda sus sentimientos por encima de todo y cada vez que se desnude lo haga con la misma ilusión de aquella primera vez; esa, que aunque pasen los años, nunca se olvida.

(fuente:somosjovenes.revista digital cubana)